
Para la socialista se trataba de mostrar hasta qué punto habían coincidencias con Bayrou, y así captar el voto centrista. Para el otro de robar cámara, ya que estaba descalificado para la segunda vuelta, sin apoyar a la otra, mientras sus legisladores huyen como ratas de un barco que se hunde para transar en las próximas legislativas con la UMP de Sarko.
A fin de cuentas, Ségolène, que era la que más arriesgaba, no salió tan mal parada (en pocas palabras no pareció dispuesta a ponerse en cuatro para seducir al codiciado voto UDF) y pudo mostrar hasta qué punto su propuesta era abierta, europeísta y moderna, sin vender las banderas de su formación, sobre todo en el tema de respaldar la semana laboral de 35 horas y su programa económico. Esto último fue lo que más atacó Bayrou, que se deleitaba dando su opinión sobre lo que iba a hacer del país, como si olvidara por momentos que iba a tener que esperar hasta el 2012 para aspirar nuevamente a la presidencia (él está absolutamente convencido de que ganará en ese entonces).
En todo caso, al final Ségolène tuvo que tragarse, después de hora y media de un debate cordial, que Bayrou dijera que todavía no sabía por quién iba a votar, y eso que pocos días antes había hablado de Sarkozy como de una “amenaza” y no dudado en compararlo con Berlusconi. Dicho sea de paso, el candidato UMP recibió pocos, para no decir ningún palo. Vamos a ver qué dice mañana en el estadio de Bercy, donde toca unos días antes que Bob Dylan.
Al que le interese y maneje la lengua de Jacques Cousteau, acá abajo puede escuchar la opinión de Isabelle Mandraud, periodista de Le Monde, analizando la reunión entre Ségo y Bye bye rou.
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