We’re back.

Cinco años más viejos, volvemos a asomarnos a una nueva campaña electoral Made in France. Como Batman y Robin, sumamos a Batichica y ahora somos tres. Las geniales opiniones expresadas en este blog sólo representan el punto de vista de sus autores.

martes, 1 de mayo de 2012

Lindos, feos y fachos


Un simpatizante del Front National vende L'Action Française

Primero de mayo, Día del trabajo, del “verdadero trabajo” y de Juana de Arco (y seguro que la UNESCO también tiene una efeméride). Mientras los sindicatos y la izquierda se preparan a retomar la Bastilla, ya vuelven a sus casas los que fueron a ver por la mañana a Marine Le Pen en la plaza de la Opera y al presidente saliente Nicolas Sarkozy en el Trocadero. En ambas manifestaciones estuvo Francia Vota, siguiendo por Twitter el evento, hasta que la concentración de smartphones en el acto de Sarkozy saturó la red y nos privó de cobertura.

La Francia Dura
La movilera de Canal Plus entrevistando a los skins
Temprano, los turistas japoneses que caminan con sus vasitos de Starbucks hasta el Louvre contemplaban con asombro a esa Francia que no vive en los barrios por donde van a transitar durante su estadía en París. Son caras rojas de la Francia profunda que llegan de provincia en autobuses, familias numerosas White trash que llevan marcas de supermercado low cost, esas que aparecen chillando en la tele al borde de la ruta aplaudiendo a los ciclistas del Tour de France; skinkeads envejecidos que se ocupan del servicio de seguridad, católicos tradicionalistas vestidos como en los años 30; muy pocas chicas, en general con look alternativo, con aros en la nariz, tatuajes y remeras de heavy metal; “pieds noirs” y veteranos de la Guerra de Argelia; lúmpenes alcoholizados, desclasados, amantes de las teorías conspirativas que reparten folletos, viejitos con boina que venden “L’Action Française” y llaveros con la bandera tricolor. Esta no es la Francia que le dio a Marine le Pen el 18% de los votos en la primera vuelta, es el “núcleo duro”, los que vienen todos los años hasta París para encontrase entre loosers, entre pobres tipos y tipas. Se van abriendo paso por las calles pitucas del centro gritando “On est chez nous!” (estamos en nuestra casa), pero la mayoría se perdería en esta capital donde los verdaderos moradores, que los miran desde las tiendas de souvenirs con sorna, preocupación o desprecio, nacieron muchas veces en África o en Asia. Los periodistas se hacen una fiesta. La movilera de Canal Plus se acerca a un grupo de tres chicos, dos skins y uno con rulos y anteojos. Sólo le interesan las cabezas rapadas. El de rulos le dice a la cronista que “sólo quiere entrevistar a los otros por su vestimenta”. Ella le dice que no, que después de hablar con ellos también le va a hacer una nota a él, pero todo el mundo sabe lo que quiere mostrar la tele, el folclore fascista. Mostrar a un chico con pinta “demasiado normal” sería desestabilizante para el televidente promedio.
“Comunistas asesinos”, “Francia para los franceses”, “Ni derecha ni izquierda, Frente Nacional” marcan el ritmo de la marcha, que desemboca en la Opera. Primero habla Jean-Marie, que da una clase de historia revisada por él, para mostrar que pese a sus ochenta y pico de años mantiene su talento de orador intacto. Luego es el turno de la hija; en este escenario le falta el casco con los cuernos y sería una perfecta walkyria. Es, sin duda, la mejor tribuna entre los candidatos presidenciales. Su discurso es, como durante toda la campaña, contra el FMI, Europa, el euro, el voto de los inmigrantes y del sistema UMPS (mezcla del partido UMP de Sarkozy y el PS de Hollande). Da finalmente “libertad de voto” y de “conciencia” para la segunda vuelta; sabe que muchos votarán por Sarkozy -no los que están en la plaza, si no los que por primera vez votaron por el FN para protestar- y dice que ella lo hará en blanco.
Todavía resuena la Marsellesa cuando los manifestantes se dispersan, algunas cabezas rapadas se toman con nosotros el metro hasta Trocadero, donde el ambiente es muy, muy distinto.

Esto no es una manifestación

Una simpatizante de Sarkozy en Trocadero
Esto no es una manifestación, es un evento social. Las chicas sarkozystas siguen siendo las más lindas, y parecen que vienen más a buscar novio o marido que a escuchar a un candidato. El presupuesto invertido en la apariencia no es el de la gentuza del Front National.  Uno imagina las colas el día anterior frente a las peluquerías de Neuilly. Y las inyecciones de bótox en cadena. “¿Qué te vas a poner para la marcha?”. ¿Dónde regalan los RayBan? Es la mayor concentración por metro cuadrado de anteojos de aviador en el mundo. La profusión de BlacBerrys y iPhones saturan la red y no hay cobertura. La juventud sarkozysta tiene remeras blancas con el pulgar en alto de Facebook y una calcomanía que dice “Votar en blanco es darle el voto a los extranjeros”. Abuchean cada vez que un orador acusa a Hollande. Y se ríen por hacer un acto tan plebeyo (uhhhhh), dejando ver unas dentaduras perfectas. No saben moverse en la manifestación, esperan que alguien los deje pasar entre la multitud porque “quieren ver” y no entienden que los otros no se muevan. Son nuevos en esto. Lo más parecido que vivieron a esto fue ir hasta las gradas de Roland Garros o abrirse paso en las tribunas de las carreras hípicas de Deauville. Pero entienden muy bien cuando Sarkozy llega triunfante al escenario y los enardece hablando de las terribles “35 horas” impuestas por los socialistas y escuchan como una caricia para sus oídos cuando dice que los que se arriesgan merecen una compensación para sus esfuerzos. Léase que los empresarios que invierten ganen sumas astronómicas.
Lo que sí llama la atención de una manifestación a otra, es que mientras los públicos son tan distintos, el discurso de Sarkozy, centrado en la necesidad de fronteras, la reivindicación de la identidad nacional y la raíces cristianas o la herencia de Napoleón se parece al que escucharon los del Front Nacional. Marine dijo que había ganado la batalla ideológica de las elecciones, y parece difícil negarlo. En cualquier caso está claro es que el electorado de Sarkozy no sólo no se da por vencido, si no que cree como su jefe que remontarán en las encuestas un punto por día y el martes tendrán otros cinco años el poder.

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