“Estado de desgracia
Uno no puede decirse heredero del general de Gaulle y portarse como Silvio Berlusconi. Uno no puede citar a Michelet, Péguy o Malraux y chapotear en el mal gusto de un famoso cualquiera del jet-set o del espectáculo. Uno no puede lanzar loas a un estado imparcial e inaugurar su mandato aceptando los muy dispendiosos favores de un magnate del mundo de los negocios. Contrariamente a lo que había anunciado con solemnidad, Nicolas Sarkozy no se retiró del mundo para “habitar la función presidencial”: entre el (hotel-restaurante) Fouquets, (el jet) Falcon y el palacio flotante (el yate), se olvidó de que acababa de ser elegido presidente de la República. Tenía quizás razones que la razón ignora. Esperemos sin embargo que lo recordará, una vez en funciones, y que sabrá, tal como lo había prometido en sus discursos de alto vuelo, encarnar Francia. Durante tres días, nos hizo sentir vergüenza”.
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