Doble página en la revista Paris-Match. Cuanto tiene tiempo, toca el arpa o lee libracos forrados con cuero en un bosque lleno de elfos. |
En más de un sentido, Sarkozy, como lo fue Carlos Menem, es
un transgresor. Fue el primer presidente anti intelectual de Francia. El único
al que no le interesa el “esprit” francés, el único en haber preferido ser
reconocido como jefe que como escritor, o al menos dejar una huella que
trascienda la figura del funcionario. En la historia reciente, Pompidou dejó
Beaubourg; Mitterrand, la Biblioteca Nacional de Francia; Chirac, el Museo del
Quai Branly. ¿Cuál será el legado personal de Sarkozy en la cultura? ¿Los
nuevos locales de Louis Vouiton? Probablemente a él no le importe, y
probablemente tenga razón. No se espera del presidente que sea culto o tenga
una vena artística. Otra cuestión es que Sarkozy desconfía epidérmicamente de
los intelectuales, y eso ya es un poco más problemático. Prefiere apostar por
su instinto del animal político, lo que sin duda es. Lo que a mi entender es el
principal defecto de Hollande, que mira con envidia el carisma de Mélenchon.
Fuente: Arnaud Perrin/Wikipedia. |
Sarkozy no se anda con vueltas, no hace bellos discursos
sobre la igualdad o la diversidad, por ejemplo. Simplemente sin decir agua va
nombra a una árabe al frente del ministerio de Justicia (Rachida Dati), a una
negra al frente de la secretaría de Deportes (la princesita Rama Yade) o le da
el plan para renovar los barrios marginales a otra árabe feminista del mundo
asociativo más bien de izquierda (que en su vida vio un peine, Fadela Amara).
Que en los primeros dos casos no estuvieran capacitadas para el cargo no
pareció un problema; el pragmatismo y la necesidad de los símbolos vistosos (el
voluntarista Sarkozy piensa que decir es sinónimo de hacer, o peor, de haber
hecho) prevalecieron. Estos nombramientos, muy
affirmative action, habrían hecho de él un izquierdista en Estados Unidos,
acá, y con razón, el caso de un hombre que intenta tapar el sol con el dedo.
En cualquier caso, los símbolos en Sarkozy tienen cuerpo de
mujer. Para el presidente de la imagen, organizar el poder es un gran casting
televisivo. Hasta la impresentable de Nadine Morano, cruza de pitbull y
caniche, está ahí a ocupar un espacio, el de la Francia obrera y blanca (o White
trash) de la banlieue que hace rato abandonó, o mejor dicho fue abandonada por,
la izquierda de salón.
Todo esto, para presentar a la portavoz de la campaña de
Sarkozy, la evanescente Nathalie Kosciusko-Morizet o NKM, como la llaman en
este país donde todo lo que importa se escribe con siglas. Con su piel inmaculada,
su voluptuosa cabellera anaranjada, sus labios gruesos y sus ojos grandes y
lánguidos, parece una mujer salida de un cuadro cuatrocentista pintado por
Boticelli. Tiene una allure
aristocrática agravada por sus estudios en la prestigiosa Escuela Politécnica,
una de las incubadoras de la élite, que le dan un complejo de superioridad que
irrita a sus pares derechistas. Pero es probable que sea esta marca de clase la
que permite que la traten como a uno de los suyos. Porque en el campo
ideológico, parece estar más cerca del campo enemigo, o, como dice el diario
Libération, NKM es “bobo-compatible”.
La identidad nacional, la oposición al casamiento gay o el
no al voto de los inmigrantes no forman parte de sus temas predilectos; lo suyo
es la ecología -organizó como ministra el Grenelle del Medio Ambiente para la
gilada- y las nuevas tecnologías. Tiene
143.398 seguidores en Twitter, lo que hace de ella la política con más
followers de Francia. Es nieta de un resistente y autora del libro Le Front
Antinational, donde explica por qué la derecha republicana no debe aliarse
jamás electoralmente con el partido de Marine Le Pen. Así que aunque no guste
por sus ideas en su propio campo, es la encargada de suavizar las bravuconadas
de su jefe. Lo que se dice, la encargada de dar la cara, que para eso la tiene
tan góticamente bonita.
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