We’re back.

Cinco años más viejos, volvemos a asomarnos a una nueva campaña electoral Made in France. Como Batman y Robin, sumamos a Batichica y ahora somos tres. Las geniales opiniones expresadas en este blog sólo representan el punto de vista de sus autores.

domingo, 15 de abril de 2012

Una tarde con la Francia blanda

Dos chicas en el acto de Hollande frente al Château de Vincennes, el 15/04/2012


Son poco más de la una de la tarde frente al Château de Vincennes, y los simpatizantes del candidato François Hollande se arriman al escenario a paso de hombre con banderitas europeas, regionales y la cara rubicunda de su candidato. Unos músicos que deben tener una larga trayectoria de fiestas de pueblo y de casamiento maltratan éxitos pop de los ochenta. Las dos vocalistas, que hace rato dejaron pasar su chance con el éxito, reproducen, muy aproximativamente las letras en inglés de hits de Abba o Chuck Berry. El público es un casting perfecto de la Francia “diversa”: tres varones blancos de tres generaciones que llegaron en familia con sus gorras muy Jacques Prévert (foto) sea comodan junto a una valla. A su lado, una pareja de chicas lesbianas, una mestiza y una rubia, se abrazan con fervor militante. Un grupo de chicos veinteañeros del MJS, el movimiento de los jóvenes socialistas, avanzan entre la multitud reclutando voluntarios para hacer el “puerta a puerta”, una misión que consiste en pasar por las casas de todos los vecinos del país para convencer que la hazaña de 1981 con el otro François se va a repetir. Para mostrar que un hogar ya fue visitado por la militancia, cuelgan de la manija de las puertas uno de esos cartelitos que tienen los hoteles de “Do not disturb” –si en vez de Hollande fuese Dominique Strauss-Kahn el retratado en el cartelito, la alusión hotelera sería muy divertida. Pero acá no se trata de divertirse,como hace cinco años cuando apoyaban a la pizpireta de Ségolène. Aquí no hay euforia, es la militancia por el sentido común de una izquierda responsable, que no quiere hacer la revolución, hacer soñar –para eso está el verbo de Mélenchon-, si no asegurarse de que la razón se impondrá frente a un presidente saliente “anormal”.


Los jóvenes, blancos y sonrientes, tienen ese look típico de estudiantes franceses, de niños tardíos, de bebés grandotes qu epueblan los bancos de la facultad. También hay negros y árabes, sobre todo lo que parecen ser madres solteras que traen a sus hijos para mostrarles que están incluidos, y no sólo con la etiqueta de “amenaza” o “coartada de la diversidad para la foto” que les reserva el oficialismo. Por suerte, negros también hay en el escenario, y le ponen finalmente un poco de ritmo a esta tarde que se escapó del invierno y tiene a todos tiritando, festejando cualquier rayito de sol que entibie las mejillas. Y después están los “seniors”, de sesenta, setenta, con pinta de maestros jubilados, que vivieron los cinco años de Sarkozy como el reinado de un nuevo rico liquidando los derechos adquiridos por pura ideología. Son el núcleo duro del Partido Socialista. No están dispuestos a volver a tener que votar por la derecha para que no gane la extrema derecha como en 2002. No quieren tener más que averiguar qué es RayBan, cuánto cuesta un Rolex o unas vacaciones en yate en el Mediterráneo.

Los músicos dejan finalmente paso a los políticos. El alcalde de París, Bertrand Delanoe, que parece siempre crispado por algo, celebra la determinación y la falta de ambición personal de quien ganó la candidatura del Partido Socialista. Y después de un corto video con música -casi- épica, la aparición de Hollande. De “Flanby”, como lo llaman sus detractores, aludiendo a una famosa marca de flan, porque así ven su físico esponjoso -que se redujo, dieta Dukan mediante- y un discurso también demasiado tibio. Y la sensación general es ésa, la de un ambiente calmo, “gentil”, sin cantos ni silbidos, cuyos picos son un tímido “François président” coreado cada tanto y un abucheo “pour la forme” cuando se alude a Sarkozy, pero ni siquiera una silbatina. Al presidente, al que uno sabe que un mejor orador podría destrozar nada más que desglosando el balance de cinco años con un millón más de desempleados, de déficit exterior récord, de desintegración social. Uno espera cañonazos y escucha un rifle de aire comprimido, y por eso Mélenchon reúne a tanta izquierda que no se tragó que Hollande enterrara la dicotomía del socialismo francés, ese que agrupaba al socialismo duro que flirteaba con el PC y a la socialdemocracia europea dispuesta a negociar demasiado con los mercados, para elegir la socialdemocracia. Y por eso en 2012, la música que mece los corazones del PSF es de ascensor, de “izquierda moderna”. Blair al menos tuvo a Oasis y a Blur. But this is France.

Tienen a Sarkozy en el piso, aplastado por todas las encuestas, y en vez de darle el tiro de gracia con munición gruesa, se lo quedan mirando. Y el que vivió estos cinco años como una película de terror, que por fin en la escena final el bueno tiene al villano a su merced, no puede creer que el blando de sombrero blanco no lo remate, y todos temen que el malo agonizante, en un último gesto desesperado, cuando ya todos suspiran de alivio, agarre un revólver olvidado y dispare contra el salvador que se ha confiado demasiado. Porque Sarkozy no se va a ir así nomás. Se le están agotando las balas. Jugó al cowboy con las masacres de Toulouse y Montauban; probó apelando al miedo a los inmigrantes, a los próximos impuestos socialistas, a las divisiones de izquierda y usando su prensa como altavoz, pero no está funcionando. Necesita los votos, todos los votos de la extrema derecha, y los va a ir a buscar, uno por uno. Pero el impasible Hollande sigue en el escenario como si nada. ¿Cree que haciendo la plancha gana? Apenas se anima a forzar la voz agachándose, pero no sabe hacer de malo, rápidamente se queda ronco y suena falso. Dicen que es un gran ironista. Es hora de demostrarlo; frente a la fiera desatada que tiene en frente puede surtir efecto, pero ojo con el zarpazo de ahogado.

El acto termina puntual y la multitud se dispersa ordenada, como un rebaño que repite el paseo diario, sin necesidad de que el pastor les pegue un grito. La policía parece un elemento decorativo, folclórico. Es una mansedumbre desconcertante que provoca admiración, si es que es la manifestación de una calma determinación, o preocupante, si en un lustro no han aprendido a conocer a su enemigo.


5 comentarios:

Jesús Moreno Abad dijo...

¡No tenía ni idea de este blog! Enhorabuena, Alejo y Aída. ¡Qué bueno! Un fuerte abrazo.

Alejo S. dijo...

Muchas gracias, Jesús! Y a ver cuándo nos tomamos esa birra.

Elisa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jesús Moreno Abad dijo...

Claro que sí!! Están pendientes!!

Graciela Barraza dijo...

Brillante y súper divertido! Qué bueno que haya gente que le pone onda a la campaña!! Felicitaciones!